"Los dos partidos contra Perú, los que definían la historia, fueron terribles, ¡terribles! El primero en Lima, el 23 de junio, fue el de Reyna… Lo digo así y ya todo el mundo sabe de qué estoy hablando, de aquel muchacho que me siguió hasta el baño, ¡una cosa de locos, viejo! En una jugada, pisé mal y salí de la cancha, para que me viera el tordo (doctor). ¡Y el tipo me siguió hasta el borde de la cancha! Cuando volví, se me paró otra vez al ladito, el cabeza de termo. Me hablaba, me hablaba. Cada uno tiene sus armas para jugar, está bien, pero las mías siempre fueron otras, distintas. Cada uno hace lo que puede, ¿no?, pero este muchacho se pasó de la raya… Me pegaba trompadas, también. Está bien, era local, a la semana siguiente tenían que ir a jugar a Buenos Aires, ¿qué le iba a decir?, ¿que allá lo iba a matar? Si eso no era cierto... Qué bárbaro ese Reyna: después de esa experiencia, con los años, me fui dando cuenta de que me gustaba más que me marcaran hombre a hombre, porque me los sacaba de encima, así, tac, rapidito y quedaba solo. En cambio en zona era más complicado. Pero lo de Reyna... Y pensar que a Cuba me llegó una pelota firmada por todos los futbolistas peruanos, deseándome la recuperación y estaba la de él, también... ¡Hasta La Habana y a los 40 años me siguió, el hijo de puta!"
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